martes, 25 de setiembre de 2007

EN LA SOLEDAD


Es en la soledad en que estás más presente que nunca. En la soledad es que extraño tu rostro junto al mío. En la soledad es que siento la tibieza de tu voz susurrando a mi oído, la tersura de tu piel rozando mi piel, tu sonrisa fresca y transparente iluminando mi oscuridad.

Es en la soledad en que tus ojos me miran y me turban, sumiéndome en el más profundo deleite inacabable. En la soledad menciono tu nombre y tu mencionas el mío, llenando de amor el profundo vacío. En la soledad respiro tu aroma llevándome a lugares nunca conocidos.

Es en la soledad en que cada segundo se oye un suspiro. En la soledad cada latido señala el camino que irremediablemente me lleva hacia ti. En la soledad se concentran mis sentidos en un solo destino y es que aún ausente tu estás conmigo.

Es en la soledad que la ardiente flama del amor me quema por dentro, fundiendo en uno solo tu pensamiento y el mío. En la soledad te siento tan dentro que dudo que te hayas ido y que es solo un sueño al quedarme dormido. En la soledad compartimos la soledad, y deja de ser soledad.

Es en la soledad que te amo más y me siento correspondido, porque no habrá otro sentimiento mayor que el que nos ha unido, espero más alla de la eternidad.

TROZOS DE VIDA 6

Fue en el mes de enero de 1978, tenía 17 años y me preparaba a cursar el último año de secundaria en el colegio Politécnico Salesiano de Breña, cuando tuve la oportunidad de vivir una maravillosa experiencia junto con otros cuatro compañeros que durante el año anterior habíamos formado una agrupación juvenil denominada Alianza Salesiana, asesorada por un seminarista salesiano, Julio Campana, que hoy en día debe estar en algún lugar del Perú ya como sacerdote.
El objetivo nuestro, como agrupación y estimulados por Julio, era el prestar nuestro servicio en bien de personas de algún lugar alejado del país. El lugar elegido fue Aija, un pueblito enclavado en la sierra de Ancash, atravesando la cordillera blanca, a varios miles de metros sobre el nivel del mar.
¿Qué servicio prestaríamos? Lejos estaba yo de pensar que este hecho se anticiparía a mi posterior vocación de docente, lo que soy ahora. Sí, así es fungimos de profesores, vaya profesores que aún no terminaban siquiera la educación secundaria, pero bueno era una nueva experiencia y mis compañeros y yo estábamos ávidos por vivirla.
Al llegar a este lugar la sorpresa fue aun mayor, pues Aija, al menos en ese tiempo, era un típico pueblito andino en las laderas de una montaña a la que llamaban el Imán de Aija, pues decían que tenía propiedades magnéticas. Para mi el reto fue mayor aún, pues usando en ese tiempo un par de bastones canadienses y siendo todo el pueblo una pendiente constante, me exigía la mayor destreza en mis desplazamientos, la sorpresa la tuve yo y los pobladores de aquel lugar que nunca habían visto un “cojito”, en realidad no vi a ningún otro, que como yo se desplazara tan alegremente, asombrando entonces a propios y extraños.
El problema mayor surgió cuando hubo que desplazarse a otros pueblos un tanto alejados para realizar nuestra labor, mis compañeros lo podían hacer perfectamente a pie, pero a mi, por lo escarpado del territorio, me resultaba muy difícil, ¿solución? Inimaginable para mí, un caballo, así es, a caballo, nunca en mi vida me había imaginado montado a caballo, era conciente de mis reales posibilidades físicas, y esa no estaba ni en mis planes más lejanos. Pero así tuvo que ser, me montaron en uno y a aprender a cabalgar, yo un poco en equilibrio, pues la poca fuerza de mis piernas no me ayudaba a sostenerme con seguridad, sentía que en cualquier momento podía caer, fue cuando uno de mis compañeros, que iba a pie a mi lado, se le ocurrió la brillante idea de coger su chompa, trenzarla y darle con ella duro al caballo a la altura de sus ancas y pues no se de donde me salieron las garras, pero la cosa es que el caballo no paró por lo menos unas cinco o seis cuadras más adelante(aunque eso de las cuadras es algo meramente simbólico), increíble no me caí, al voltear casi no divisaba entre las peñas y pequeños montes a mis compañeros rezagados. Luego de recordarle su vida a mi compañero, todos nos moríamos de risa, ya a salvo, celebrando la “graciosa” ocurrencia.
Por lo demás la experiencia de convivir con las personas en este lugar durante casi dos meses, enriqueció mucho mi juventud y creo que me ayudó a madurar y ver muchas cosas, en lo personal y lo social, de manera diferente, el hecho de educar siendo aun muy joven me mostró que lo importante es siempre intentarlo, arriesgarse, un poco lanzarse frente a una oportunidad, un tanto desconocida pero finalmente reconfortante y aleccionadora. Lo del caballo me enseñó que aún no me conocía lo suficiente y que podía dar aún más de lo que yo creía.

viernes, 21 de setiembre de 2007

LA FUERZA DE LA SANGRE


En uno de mis primeros artículos en agosto 23 o 24 comence a escribir, digamos por capítulos, un testimonio al cual llamo TROZOS DE VIDA, que ya va en la quinta emisión, y menciono a mis padres, a los PADRES DEL TOPO. Los PAPATOPOS, aquellos que formaron a este humilde topo (lo de humilde nadie me lo cree), y creo que por justicia hace un buen rato les debo un artículo para ellos solitos.
Cierto es que en la mayor parte de las veces desconocemos total o parcialmente la historia de nuestros padres, mas en mi caso siempre me inquieto esto de lo dela vida de las personas, y no por chisme sino por descubrir que detras de cada quien hay toda una historia que bien vale la pena testimoniar y recordar.
Reconocer que detrá de esas dos personas hubieron personas tan comunes y corrientes como lo podemos ser nosotros y que tienen una historia digna de contar.

lunes, 17 de setiembre de 2007

TROZOS DE VIDA 5

Que triste fue dejar aquel colegio en el campo, es imposible dejar de sentir nostalgia aún después de tantos años. Por esas cosas de la vida y de la economía familiar tuve que cambiar este colegio por otro, llamémosle de “gente normal” y de remate sólo de varones, el Politécnico Salesiano, en Breña, hermano pobre del Colegio Salesiano, al cual llamábamos “la común”, nosotros éramos “la técnica”, olvidaba decir que tenía ya una hermana de 6 años también en edad escolar. Para ingresar a este colegio tuve que dar un examen de ingreso como los que se dan en las universidades, bueno así lo sentí yo, pues postulaba a una carrera técnica, lo triste fue que habiendo ingresado con un buen puntaje para la especialidad más alta: electrónica, el gobierno decretara el fin de las carreras técnicas en los colegios, implantando justo en ese momento la llamada “secundaria adaptada”. Luego de esta difícil etapa, se dieron inicio a las clases en el otoño del ’74. Esta vez no había movilidad que me fuera a recoger, tenía que viajar como cualquier mortal en alguna línea de buses que me llevara al colegio. Los primeros días viajaba acompañado por uno de mis padres, recuerdo que tenía que tomar un bus que me dejaba en el centro para de ahí tomar otra línea que sí me llevaba hasta el colegio. Suerte la mía que a los pocos días, cerca de casa, se inauguraba una nueva línea de buses que me dejaban un poco más cerca del colegio, a algunas cuadras. No me fue necesario mucho esfuerzo para adaptarme a esta nueva situación, me resultaba bastante divertido subir y bajar de los buses. A pesar de la limitación era bastante ágil con mis bastones. Lo que si no me gustó fue ver los ojos de compasión que ponía la gente al verme, nunca antes me había detenido a ver cómo me observaba la gente, sería porque estaba acostumbrado a otro tipo de situaciones, rodeado de chicos y chicas que compartían mi situación y de personas mayores que la comprendían.
Los pasajeros de los buses se desvivían por darme el asiento, cosa que al principio me parecía divertida, pero conforme pasaba el tiempo llegó a cansarme y a molestarme, pues a veces la gente, en su afán por ayudarme, llegaba a estorbarme y recuerdo que en una que otra ocasión por culpa de las benditas ayudas me daba un buen golpe o me caía, lo que a fin de cuentas resultaba demasiado bochornoso. Cuando salí de aquel colegio en el campo, en mi incipiente adolescencia, salí con la convicción de que no era ningún acomplejado, pero nadie me dijo que el mundo exterior estaba lleno de complejos y sumido en la más completa ignorancia con respecto al trato hacia un limitado físico o sensorial. Fueron muchas las veces que los buses no se detuvieron ante mi señal de alto, se pasaban de largo con la mayor indiferencia. Todos parecían obstinados en acomplejarme a la fuerza. A decir verdad el trato que recibía dentro del nuevo colegio no fue muy distinto al que recibía en la calle, los mismos ojos de lástima y a veces hasta de desprecio y subestimación. Pero eso no duró demasiado pues tuve que demostrar con el tiempo lo que realmente valía y que de ninguna manera me permitiría ser el blanco de burlas y bromas pesadas. Realmente fue un cambio radical, había tantas diferencias entre aquel colegio en el campo y este nuevo de secundaria, que para colmo, como dije antes no era mixto. De ahí en adelante constantemente asombraba a mis compañeros con las cosas que hacía: bajar las escaleras de tres en tres o de cuatro en cuatro con mis bastones, dominar una pelota de fútbol o simplemente correr con ellos.

lunes, 10 de setiembre de 2007

LA HERMANDAD DEL TOPO

No, no se trata de ocultismo, logia, masonería, o de secta alguna. Es simplemente la expresión de un profundo sentimiento de topo mayor, El resumen de una vida no solo la de un viejo topo, sino también la de un topo niño, un topo adolescente y un topo joven, con sus experiencias propias y particulares compartidas con seres similares, estableciendo vínculos de hierro, que al ardiente fuego de la amistad se forjaron, creando lazos de lealtad, incondicionalidad y que vencieron los embates del olvido, la distancia y el tiempo, permaneciendo intactos e irreductibles.
Marco Antonio, Lucho, Hernando, Juan Carlos, Manuel (Lulo), Víctor se encuentran entre los miembros más importantes de esta hermandad, quizá sin saberlo, quizá sin sentirlo, sin darse cuenta, pues es un sentimiento personal, particular, poco ortodoxo de este maduro topo que hoy lo reconoce.


No quiero dejar de mencionar a aquellos que posteriormente se sumaron a esta importante lista de miembros: Rodolfo, Luis Guillermo (MEMO), César, con quienes compartimos también gratos momentos dedicados a la música, al canto, o simplemente al más sano esparcimiento.

Son tantos los espacios que compartimos que inevitable es que hayan marcado en algo nuestras vidas, no solo en la dicha sino también en el infortunio.

La HERMADAD DEL TOPO es pues la más pura expresión de amistad, incondicional y sincera, con sus altas y sus bajas, sus rencores y perdones, admiraciones y decepciones.

viernes, 7 de setiembre de 2007

LA DIFÍCIL TAREA DE SER UN PAPÁ TOPO



Si me hubieran dicho lo difícil que es ser un papá topo, no piensen mal, igual me hubiera casado y tenido topitos, pero si me hubiera preparado mejor para que no me tome tan de sorpresa.
La tarea puede ser tan grata (como ingrata a veces), pero la satisfacción finalmente siempre es mayor, al menos en mi experiencia, no se como será en las demás especies de esta cruel jungla (de cemento).
Lo realmente interesante es como uno va adquiriendo otras facetas: la de psicólogo, de profesor, de médico, de payaso o malabarista (cada pirueta que hay que hacer para que coman o dejen de llorar), sacerdote, superespía (sobretodo cuando son adolescentes o jóvenes), todo eso sin dejar de mencionar la de cantante o bailarín, a veces policía o juez, y en ocasiones cancerbero (busquen el significado), entre otras muchas que se me quedan en el teclado.
Al lado de mamá topo pasan la mar de angustias, por las notas del colegio, que la conducta en el aula, que los amigos en la calle, si son mujeres y adolescentes, que los lobos al acecho, y si es varón, que cuidado con los topos gays, el asunto es que estas, las angustian, no se acaban, más aún si tienes una vocación de PADRE TOPO con mayúscula, hasta los 30 o 40 años, aunque haya matrimonio e hijos de por medio, puedo exagerar pero lo que trato de decir es que la preocupación de padre es muy fuerte e imperecedera (acuerdense de los hijitos o hijitas de mamá).
Es necesario para ser padre topo no perder la objetividad, (muy difícil de hacer) y recordar que uno también sigue siendo, o lo fue hasta muy poco, hijo también. Recordar lo que fue nuestra infancia , adolescencia y juventud pero como hijos, despojándonos por un momento del rol de padre topo.
Sin temor a equivocarme, somos los padres los llamados a dar ese paso para acortar la tan mencionada brecha generacional, pues es más fácil recordar el haber sido hijos, que para los chicos el ponerse en el lugar de los padres (cosa que aun no han experimentado) eso a lo que se llama empatía.
Cometí muchos errores y aciertos en mi vida de padre topo, algunos fueron de cal otros de arena, pero siempre con la intención de ser un buen padre topo. Reconocer y asumir los propios errores es el primer paso para llegar a serlo, reconocer que no lo sabemos, ni hemos vivido todo, como para dar lecciones infalibles. Pero el paso más importante que hay que dar es el de escuchar, escuchar y escuchar, y como los topos somos medio ciegos, por eso de la oscuridad de nuestras cuevas, tenemos muy desarrollado el sentido del oído, así que sabemos escuchar.
Bueno pues, este granito de arena lo comparto con todas las demás especies del reino animal e inclusocon los humanos. Pobrecitos ellos,ellos si tienen serios problemas para la escucha, y creo que para el habla también.

martes, 4 de setiembre de 2007

TROZOS DE VIDA 4

Transcurrí mi educación primaria en este lugar, lugar donde use mis primeros aparatos ortopédicos, donde viví mis más intensas emociones infantiles, donde tuve mi primera enamorada, otra discapacitada como yo, donde tuve mis primeros triunfos y fracasos escolares; en realidad tengo mucho que agradecer a aquel colegio en el campo, asimilé muchas cosas, como los valores que tal vez resulten inusuales en estos tiempos. Todas las alegrías que me brindó, todas las aventuras que viví y sobre todo sin restricción física alguna, me ayudó a librarme de todo complejo y toda inhibición. Recuerdo que muchas veces, si alguno de los alumnos caía o resbalaba, nadie, absolutamente nadie lo ayudaba hasta que hiciese todo el esfuerzo posible por levantarse, tal vez al principio me parecía un poco cruel, pero después de mi primera caída aprendí y comprendí la lección. Muchas veces en días festivos se hacían competencias y pruebas en las cuales se nos exigía cierta destreza física y hasta valor en algunas oportunidades. También recuerdo que gustaban de alentar nuestras posibles destrezas y capacidades artísticas, así, nos exigían en el canto como en la ejecución de un instrumento musical. Integré la orquestina los dos últimos años tocando la flauta dulce y mis padres se entusiasmaron tanto con ello que me compraron una propia y así poder practicar en casa, gracias a ello tuve mis primeras actuaciones en público, solo y junto con los demás integrantes de la orquestina. Gracias a esta inclinación musical me regalaron mi primera guitarra. ¡Cuantas satisfacciones! En rehabilitación recibía sesiones de fisioterapia y educación física, durante las cuales, en momentos de descanso o de recreo, se nos escogía un rival y con él entablábamos, sobre una colchoneta, una especie de lucha libre un poco rústica, hasta que uno de los dos se rindiese. Paseos al campo, escalar cerros, eran cosas que ocurrían a menudo, pues teníamos la naturaleza a la mano, eran muchas las veces que luego de estos paseos regresábamos enterrados y rasguñados por todas partes pero felices de nuestra aventura.

MUSICA DE VILLA EL SALVADOR