martes, 4 de setiembre de 2007

TROZOS DE VIDA 4

Transcurrí mi educación primaria en este lugar, lugar donde use mis primeros aparatos ortopédicos, donde viví mis más intensas emociones infantiles, donde tuve mi primera enamorada, otra discapacitada como yo, donde tuve mis primeros triunfos y fracasos escolares; en realidad tengo mucho que agradecer a aquel colegio en el campo, asimilé muchas cosas, como los valores que tal vez resulten inusuales en estos tiempos. Todas las alegrías que me brindó, todas las aventuras que viví y sobre todo sin restricción física alguna, me ayudó a librarme de todo complejo y toda inhibición. Recuerdo que muchas veces, si alguno de los alumnos caía o resbalaba, nadie, absolutamente nadie lo ayudaba hasta que hiciese todo el esfuerzo posible por levantarse, tal vez al principio me parecía un poco cruel, pero después de mi primera caída aprendí y comprendí la lección. Muchas veces en días festivos se hacían competencias y pruebas en las cuales se nos exigía cierta destreza física y hasta valor en algunas oportunidades. También recuerdo que gustaban de alentar nuestras posibles destrezas y capacidades artísticas, así, nos exigían en el canto como en la ejecución de un instrumento musical. Integré la orquestina los dos últimos años tocando la flauta dulce y mis padres se entusiasmaron tanto con ello que me compraron una propia y así poder practicar en casa, gracias a ello tuve mis primeras actuaciones en público, solo y junto con los demás integrantes de la orquestina. Gracias a esta inclinación musical me regalaron mi primera guitarra. ¡Cuantas satisfacciones! En rehabilitación recibía sesiones de fisioterapia y educación física, durante las cuales, en momentos de descanso o de recreo, se nos escogía un rival y con él entablábamos, sobre una colchoneta, una especie de lucha libre un poco rústica, hasta que uno de los dos se rindiese. Paseos al campo, escalar cerros, eran cosas que ocurrían a menudo, pues teníamos la naturaleza a la mano, eran muchas las veces que luego de estos paseos regresábamos enterrados y rasguñados por todas partes pero felices de nuestra aventura.

MUSICA DE VILLA EL SALVADOR