jueves, 30 de agosto de 2007

TROZOS DE VIDA 3

Empezaban las preocupaciones por mi educación, pues ya estaba en la edad adecuada para asistir a un colegio o una escuela, pero habría que tomar todas las precauciones del caso. Se pensó en las posibilidades que estaban más de acuerdo con mi situación, había que escoger bien el lugar donde yo debía estudiar, el destino se encargaría finalmente de indicar el camino a seguir. Fue en el año de 1966 que mis padres, preocupados por lo antes mencionado, leyeron en el diario una información acerca de un instituto ubicado en las afueras de Lima, que se encargaba de educar y rehabilitar niños y jóvenes en mi misma condición física, con secuela de polio, parapléjicos, hemipléjicos y cuadrapléjicos inclusive; esta información llegó justo en el momento en que mis padres más lo necesitaban. Fueron a indagar entonces al instituto, allí fueron recibidos por la directora, una alemana, la señorita Rossmery Stemmler. Mis padres conversaron con ella y llegaron a un acuerdo; para entrar en aquel colegio en el campo debía pasar primero por la entrevista con una psicóloga, pues debían constatar mi perfecto estado mental… ¿habrían pensado que tendría algún tipo de retardo? Fue en el otoño del ’66 que asistí por primera vez al colegio; aún recuerdo el primer día como si hubiera sido ayer. Estaba nervioso pero no sentía temor; aquella fría mañana de otoño
el pequeño bus del colegio me recogió, cosa curiosa fui el primer pasajero en él, luego poco a poco fueron abordándolo otros niños, algunos al igual que yo asistían por vez primera al colegio y otros mayores que yo, más avanzados en los estudios, regresaban, con mucho entusiasmo, luego de las vacaciones de verano. El colegio estaba ubicado en un lugar muy bonito fuera de la ciudad, estaba rodeado de árboles y arbustos; en ese tiempo me parecía ver un castillo de esos que hay en los cuentos de hadas. Durante el recorrido hasta el colegio no me animé a cruzar palabra alguna con alguien pues estaba concentrado en mis propios pensamientos y embargado por un fuerte nerviosismo, incluso recuerdo que al llegar, me vinieron unas nauseas tremendas y dejé regado mi desayuno por los suelos. Mi primer contacto con aquel colegio fue una silla de ruedas, era la primera vez que subía a uno de esos armatostes. A todos nos llevaron al que sería nuestro salón de clase; era muy bonito aquel salón de kindergarten, con sus pequeñas mesitas y paredes blancas llenas de colorido y en un rincón un pequeño teatro de títeres, todo era maravilloso en aquel colegio.

MUSICA DE VILLA EL SALVADOR