sábado, 25 de agosto de 2007

TROZOS DE VIDA 2

Ahora la lucha no era sólo contra la enfermedad sino también contra el hambre; muchas veces mis padres dejaron de comer para que yo lo hiciese. Al respecto mis padres me contaron una anécdota, resulta que un día no había qué comer en casa, el poco dinero que tenían se había invertido en un medicamento para mí, lo único que quedaba eran unos cuantos huevos; es tan cierto eso que se dice al respecto de que el estómago de un niño no sabe de problemas económicos, tan sólo pide y a gritos, pues el mío pidió, y en qué forma, no se conformó con el huevo que le correspondía sino que también arrasó con el de papá y mamá, ese día ellos se quedaron sin comer. Vivía en ese entonces en el jirón Chota, sería exagerar decir que recuerdo todo de mi infancia, pues de ella recuerdo sólo algunos pasajes. Es a partir de los cinco o seis años, en que nos mudamos de barrio, que mi pequeña conciencia de esos años empezaba a darse cuenta real de lo que sucedía a su alrededor. Mi nuevo barrio fue el jirón Abtao en el populoso distrito de La Victoria; mis pequeños horizontes se expandieron, nuevos rostros y nuevos sitios llenaron mis ojos de vida y alegría. Ya para ese entonces mi padre había conseguido trabajo en una fábrica textil (El Pebete, que hasta ahora existe), incluso le habían cedido un lugarcito para vivir dentro de ella, acaso con la intención de tener operario y vigilante a la vez, pero bueno, al parecer con el nuevo barrio venían tiempos nuevos dentro de nuestra familia: la nueva casa (prestada), los nuevos amigos, la sonrisa de mis padres, todo anunciaba que la tormenta iba pasando y ahora venía la calma.

MUSICA DE VILLA EL SALVADOR